lunes, 29 de septiembre de 2008

Día 9. ¿Qué tienen los segundos sábados de Fiestas? o La noche del ‘quítate los calsoncillos y lánzalos al Dios’?


Titulo este post con dos frases porque lo voy a dividir en sendas secciones. La primera analizará el ambiente extraño que se vive en, supongo, cada campamento en el segundo sábado de las Fiestas y la segunda tratará sobre la noche festera de un hondero gyntoniquero.
Y es que, y aquí viene la primera parte, parece como si el segundo sábado de Carthagineses y Romanos a muchos nos diera la tontería de que se acaban las Fiestas, o de que hemos aguantado demasiados carros y carretas para despedir los festejos sin decir algunas cosas, aunque no las oigan los que deben oírlas de verdad.
Obviamente, he tenido un día completo y casi dos en estudiar mucho estas palabras, pero espero que no defrauden. Así que lo dicho, nos pasa un algo que salimos del Campamento con cara larga, casi sin despedirnos y con un mal rollo que al otro día hace que te preguntes: ‘¿ y qué hago yo ahora?’. Pero bueno, la respuesta, por lo menos en mi caso, es sencilla: ‘Seguir resistiendo’; ‘siempre preparados’, como dice ese columnista farero de las frías tierras de Uxama.
Y vuelta al tajo. Porque es lo que quiero y porque es por lo que decidí luchar hace ya doce años… o así.

Y retomando el simple y llano diario de un mercenario en Fiestas, decir que la noche del segundo sábado, en lo estrictamente festero, estuvo más que aceptable. Todo comenzó con una visita a los Mercenarios Íberos, que se encontraban en esos instantes realizando una queimada de las buenas. Declino beber de la maravillosa pócima pensando en mi hígado, el cual puede reventar en cualquier momento si cambia el aire alcohólico. Luego visita a la terraza de su campamento y a esperar a que les rapten a la cabra-dios, la cual, miras para un lado y cuando vas a buscarla ya se la han llevado. En fin, o an fan, que se organiza la expedición de rescate y yo preparado con la cámara para inmortalizar el tema y cae la primera lluvia de la noche. Se aplaza el acto y yo decido refugiarme en el campamento hondero. El año que viene os cazo fijo, amigos y familiares íberos.
De camino a tierras baleares veo al Socio, conocido honderamente y en círculos cerrados como Oikos, en Tanit. Hay elección de Miss Campamento. No me quedo al resultado, pero luego sí que cazo una instantánea evidente: la más guapa del Campamento, otro año más, una hondera.
De vuelta al recinto balear: clásica tirada de calsoncillos al Dios, en reconocimiento a su protección durante los diez, nueve aún, dias festeros.
Continúa la noche y no se escapa la clásica visita a los Ilergetes y tampoco nos escapamos nosotros de un enésimo chaparrón que este sí hace que temamos lo peor, pero resistimos en nuestra base… y los ibicencos también… qué cracks!!!
Pese a que en un principio no hay ‘comecoños’ porque la nata no sale, luego vuelven y tampoco faltamos a su cita protocolaria tradicional. Un lujo de brebaje.
Igualmente, los gyntonics han vuelto a caer. Lo único es que no recuerdo el número, ni quisiera recordarlo.
Lo dicho, una noche extraña, pero que siempre deja momentos aprovechables.

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