viernes, 18 de septiembre de 2020

Año de la Tregua. 2020. El de no hacemos Fiestas por una pandemia mundial o el de llenemos las redes de recuerdos del pasado

Tal día como hoy, en un mundo idílico, comenzarían las Fiestas de Carthagineses y Romanos. Los festeros, ya ayer nos hubiésemos reencontrado en nuestros campamentos, en la preinaguración de una nueva edición de la recreación histórica más importante del país. En un mundo poético, esta tarde nos pondríamos nuestros trajes de época para la previa del Encendido del Fuego Sagrado y el Pregón, y acudiríamos de nuevo al Campamento de Benipila para disfrutar de la primera gran noche de las Fiestas. Pero no. Este mundo ni es idílico ni poético. En este mundo, una pandemia sin control nos ha llevado a estar confiandos en nuestras casas durante tres meses y, ni con esas, hemos aprendido la lección. Nos han aflojado la cuerda y nos hemos vuelto locos, poniéndonos de nuevo en peligro. Esta situación ha llevado a la Federación de Tropas y Legiones a cancelar las Fiestas de este 2020 por primera vez en sus 31 años de historia. Una decisión más que acertada, pero que nos deja huérfanos estos 10 días. Las redes sociales ya se han llenado de recuerdos de otras ediciones. Hemos visto en la red la posibilidad de vivir los festejos históricos, aunque sea de forma virtual. Una especie de vía de escape para no pensar en una realidad que se nos escapa a la compensión y de la que aún no sabemos cómo (y lo peor, cuándo) vamos a salir. Mensajes como “¿qué traje toca hoy?”, “¿dónde hacemos la previa?”, “¿alguien tiene la llave del contendor para coger el lábaro?”… se repiten en grupos de WhattsApp. También ocurrió durante el montaje del Campamento. Unos mensajes tan fiables que si no estabas algo avispado, aún te presentabas en el recinto vestido de faena para colocar bridas. Obviamente, cada uno es libre de vivir en el mundo que quiera, pero creo que la situación actual nos ha dado una oportunidad de oro para hacer un ‘reset’ y volver con más fuerza. Recuerdo hace 18 años (sí, la anulación de las Fiestas de este año me ha pillado cumpliendo la mayoría de edad hondera), al entrar en mi tropa. Me sentí al instante uno más. Arropado por gente que no conocía de nada, pero con la que me unía un lazo invisible, pero irrompible: En Ebussus nunca llueve. Apenas un segundo bastó para saber que esta gente iba a dar todo por mí, sin dudarlo, sin condiciones, sin más. Ese espíritu, lamentablemente, creo que ha ido perdiéndose en el devenir de años en los que mi tropa se ha convertido (o al menos se había convertido hasta hace muy poco) en una auténtica referencia en el Campamento festero. Quizá el coloso de nuestra fachada que recibe a los visitantes nos ha facilitado el trabajo, pero quiero pensar que esa sensación de sentirse en familia ha tenido mucho que ver en el progreso. Creo que ese sentimiento ha decrecido en los últimos años, e incluso ha provocado que la tropa se vea envuelta en diversos episodios que nada tienen que ver con la razón de ser de un grupo festero, de una Asociación Cultural Sin Ánimo de Lucro. Cada vez más, escucho una frase que creo que es el inicio de la decadencia de cualquier colectivo de amigos/familia: Esto se gestiona como una empresa. Odio esta frase. Porque, por experiencia, sé que las empresas piensan en números, no en personas. Que las empresas buscan el beneficio propio, no el de sus empleados. Que las empresas avanzan sin mirar hacia los lados, dejando por el camino lo que sea y a quien sea… No, no podemos ser una empresa. Y no, no quiero lanzar un mensaje preguntando qué traje toca hoy, si viejo o nuevo. Quiero vivir estas Fiestas como toca vivirlas. En casa, con el traje guardado donde siempre. Con la mirada puesta en 2021 y con la esperanza de que esta situación nos lleve a reflexionar sobre quiénes somos y, lo más importante, quiénes queremos ser. Este año es el Año de la Tregua. Démonosla y trabajemos para que aquel sentimiento de familia, del ‘si cae uno caemos TODOS’, vuelva a ser una realidad. Mis manos estarán siempre disponibles, para lo que sea necesario y pueda llevar a cabo. Para sentir de nuevo aquella sensación de pasar 10 días en el paraíso. Echo la mirada atrás con esos recuerdos compartidos en redes sociales y veo muchas caras que abandonaron el proyecto. Cada uno tiene sus razones para hacerlo, está claro. Yo nunca me bajaré de esta maravilla llamada Honderos Baleares, pero deberíamos darnos una tregua y mirar hacia dentro, en vez de mirar hacia delante.

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